La peli que menos nos gusta de Woody Allen

Hace días leímos la noticia de la carta que Dylan Farrow escribió a un periódico relatando los abusos sexuales ejercidos por Woody Allen cuando ella era niña. Una carta conmovedora donde relata el culmen de una serie de abusos que se habían venido produciendo por su padre adoptivo. Después de leer esta noticia una solamente tenía que sentarse a esperar las reacciones de vamos a llamarlo el cinismo progre, el vueltadetodismo, el machismo o lo que quieras. No es la primera vez que esto es así, sistematicamente cuando una mujer denuncia un abuso sexual sea del índole que sea, hay quien se posiciona del lado contrario a ésta. Ya lo vimos con Strauss-Kahn, con el caso Assange, se ve cada día con la desconfianza que generan las denuncias y ahora lo vemos con el caso de Dylan Farrow.

Ayer Beatriz Gimeno publicó un artículo en eldiario.es sobre este tema en el que expone de manera magistral una opinión que compartimos; sin embargo, no queríamos dejar de exponer nuestra postura y tal vez posibilitar el debate. No sé si tiene algo que ver que, de los artículos publicados esta semana, sean mujeres las que se posicionan a favor de Dylan Farow y hombres los que advierten de la caza de brujas contra Allen. De entre estos leíamos en un articulo de la Playground magazine firmado por Eudald Espluga que puede considerarse el caso mas representativo de culpabilización de la víctima. Dylan Farrow, según este articulo, “cree sinceramente haber sido acosada por su padre adoptivo”. Vamos a ver, no lo cree, lo afirma y no ha sido acosada, no rebajemos el nivel de la agresión: ha sido abusada. Por si fuera poco paranoica, la bruja de la niña, ahora adulta, ha alimentado el “monstruo del descrédito” sobre Woody Allen al iniciar su carta con la siguiente pregunta «¿Qué película de Allen es vuestra preferida?». Ya nunca volveremos ver al tierno neurótico igual y a lo mejor le quitan todos sus premios, su muñeco del museo de cera y no le dejan tocar mas el clarinete los lunes por la noche. Como no podía faltar, el firmante continúa argumentando la larvada defensa de Allen esgrimiendo el argumento de oro en estos casos, la manipulación de la madre. Es Mia Farrow, esa vieja rencorosa que lleva años comiéndole el tarro a su hija para que escriba esa carta y arruine la carrera de Woody, resentida por que éste se dio a la fuga con su otra hija adoptiva, de ella, Soon-Yi.

Para ello Esplugas cita el articulo del Daily Beast que fue traducido también por eldiario.es. En este articulo pretendidamente imparcial Robert Wiede, autor de un documental sobre Allen, nos habla de los trapos sucios de Mia Farrow: el que ha sido condenado por abusos es su hermano y además ella se lió con Frank Sinatra, que era mucho mayor que ella y cree el ladrón que todos son de su condición, parece querer decir. Otro factor exculpatorio de Woody Allen es que los dictámenes médicos no encontraron evidencias de violación en su momento y éste no fue declarado culpable. Lo cierto es que un abuso sexual no tiene porqué ser necesariamente una violación con penetración y, aunque legalmente las implicaciones varíen, posiblemente para la abusada el daño sea similar. El abuso además es, posiblemente, uno de los delitos en los que es raro que haya testigos, pues ya se cuida el abusador que la escena se dé a solas.

Ambos artículos, y probablemente  muchos más que no tenemos ganas de leer, coinciden en, si bien no culpar Dylan Farrow directamente, sí considerar a Allen una víctima colateral de su propio abuso sobre quien se han cargado las tintas injustamente por la posición privilegiada que sustenta. La víctima perversa, o su madre, acusa falsamente para aprovecharse del status del otro, ¿les suena a ustedes esto de algo? En realidad, cuando una mujer denuncia los abusos que ha sufrido de niña lo que hay detrás es toda una vida de sufrimiento y patologías causadas por el derecho que el abusador se ha arrogado. Además del propio daño en sí y del trauma que la agresión sexual ha supuesto, la niña o la mujer deben aguantar una revictimización posterior en forma de cuestionamiento reiterado de su credibilidad, múltiples exámenes físicos y psicológicos e incursiones en su vida privada para descartar la maliciosidad de sus palabras. Eso por no hablar de los efectos psicológicos y físicos que el abuso genera en el desarrollo de la menor y en la edad adulta.

Estamos con Gimeno cuando dice que Woody Allen seguirá siendo rico, famoso, haciendo películas. Dylan Farrow, en cambio, será cuestionada, examinada una vez más, escuchará cómo la desacreditan a ella, a su madre y a la forma que ésta ha tenido de educarla o sus relaciones amorosas. Está estigmatizada y marcada como la hija que padeció abusos, o peor, que se los inventó, y todavía hay quien piensa que probablemente esta declaración sea un montaje. Como se cuenta en este artículo de Bitch Magazine, tenemos que aprender a creer a las supervivientes de abusos. Lo que hacen los medios cada vez que compadecen el honor de un acusado de abusos, más aún si es rico, famoso y exponente cultural, no es otra cosa que contribuir a la invisibilización y al silencio, ponérselo mas difícil a todas aquellas mujeres, niñas y niños que por fin se atreven a hablar sobre ello.